“Este fue desplegado en Chad”, indica Lomig Perrotin, señalando un gran cuartel militar instalado en un terreno a lo largo de una carretera de Morbihan. Aquí, en este solar de Josselin, un pueblo situado equidistante de Vannes y Rennes, se encuentran un total de siete construcciones de este tipo, contenedores del ejército francés. El espectáculo es sorprendente. Pero más aún cuando entras en una de estas divertidas casillas. Desde 2013, Lomig Perrotin fabrica allí películas fotográficas, de esas que se insertan en las cámaras de película y que parecían dominio reservado de algunas grandes marcas históricas como Kodak, Fuji o Ilford.
Para imaginar su obra, primero hay que entender cómo se produce habitualmente el cine. La gran mayoría de los disponibles comercialmente se basan en una tira de plástico a la que los fabricantes añaden una emulsión fotosensible más o menos elaborada a base de haluros de plata. Este proceso, desarrollado por la empresa americana Kodak a finales del siglo XIXmi siglo, permitió la difusión masiva de la fotografía en los años siguientes. Antes de esta innovación, los profesionales extendían la emulsión sobre otras superficies, como el vidrio.
“Los fotógrafos siempre han intentado hacer que los diferentes medios sean sensibles a la luz, dice Lomig Perrotin. Un día, mi empresa, que se forma como restauradora de tapices, me dio la idea de utilizar papel washi japonés.. » Este soporte tradicional asiático, flexible y resistente, suele utilizarse para artes gráficas, escritura, acuarela o incluso escultura.
Desde la sugerencia de su esposa, el residente de Morbihan ha desarrollado un proceso único: sumergido en completa oscuridad, aplica dos capas de gelatina sobre largas tiras de papel washi. Uno de ellos, fotosensible, permite que la luz captada por la cámara quede grabada permanentemente en el papel y produzca fotografías en blanco y negro. Lomig Perrotin inventó gafas de infrarrojos para responder a la ausencia de luz durante esta operación decisiva, después de intentar comprárselas a fabricantes rusos y estadounidenses, que suelen comprarlas a su ejército.
Una fuente de infinitos desafíos
Qué extraño hacer películas, especialmente con papel, en la era totalmente digital. Y, sin embargo, el anacronismo no es uno de ellos. Sus películas, destinadas a aficionados informados, han atraído a una cincuentena de distribuidores ubicados en todo el mundo: Australia, Corea del Sur, Puerto Rico, entre otros. “Como no tengo empleados, me considero el productor de cine más pequeño del mundo. Y también porque mido 1,63 metros”. dijo sonriendo.
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