Tras presentar allí, en febrero, una atrevida pero enriquecedora relectura del célebre Orfeo y Eurídicede Gluck, la compañía Miroirs extendés regresa al Théâtre de l’Athénée de París para una nueva interpretación iconoclasta de una joya del repertorio vocal: la viajes de invierno (El viaje de invierno), de Franz Schubert, dictada hasta el 29 de diciembre. Como ya no se trata de una ópera, sino de un ciclo de lieder, el equipo -reducido a tres unidades en escena- ya no actúa en la sala principal del teatro, sino en la sala Christian-Bérard, un espacio íntimo en el que se ubica casi debajo del ático.
” Rehacer El viaje de invierno ? », esta es la pregunta llena de insinuaciones que abre el espectáculo. Proponer una versión escénica (ya fue realizada, entre otros, en el Athénée por Yoshi Oïda, en 2012) de un conjunto de melodías para voz y piano, destinadas principalmente al concierto. Distribuir a varios cantantes (de nuevo, un enfoque completamente nuevo) el monólogo asignado a una voz media (barítono o mezzosoprano). Consideremos el deambular del extraño, el personaje anónimo que se confía a través de los veinticuatro lieder, adoptando, literal y figurativamente, la postura de un extraño. Esta vez el punto de vista es verdaderamente original.
Sobre todo porque la pregunta, formulada por escrito en una pantalla digital al fondo del escenario, proviene de alguien a quien no vemos y que no dejará de intervenir, de vez en cuando, con humor, para comentar o incluso ampliar la recorrido realizado por los cantantes, en un marco teatral bastante relajado (dramaturgia elíptica de Antoine Thiollier, iluminación estilo “luciérnaga” de Philippe Gladieux). ¿Sobre la inteligencia artificial? Depende de cada uno decidir y “rehacer” en su empresa una viajes de invierno al itinerario, además, redefinido según el orden trazado por el poeta Wilhelm Müller, muy diferente del establecido por el compositor.
Interpretación bipolar
Si los dos cuadernos (el primero, abierto por el famoso Gute Nacht/Buenas nochesel segundo, referido por el simbólico Der Leiermann/El zanfonista) preservando el alfa y la omega del viaje schubertiano, la inversión de algunas páginas da otro sentido a la trayectoria global que, en su primera parte, se basa en la experiencia y, en la segunda, en el cuestionamiento, a veces existencial. El contraste queda perfectamente ilustrado por la identidad vocal de los cantantes. Victoire Bunel es una mezzosoprano que “envía”. Una hoja afilada que corta los recuerdos de la primera parte, pasando sin contemplaciones de los graves (su registro más matizado) a los agudos (con una intensidad llamativa).
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