La respuesta es obviamente compleja. La sociedad rusa no es un bloque homogéneo. Estaba dividida antes de la guerra, y hoy lo está aún más. En ambos extremos tenemos grupos minoritarios: los que están realmente entusiasmados, hasta el punto de considerar que esta guerra es buena para Rusia, que le aporta una forma de regeneración; aquellos que están profundamente desesperados por este conflicto y que lo ven como un crimen.
En el medio, una masa de personas con opiniones muy variadas pero a menudo confusas, y que buscan sobre todo adaptarse a la situación, minimizar los riesgos para ellos y sus seres queridos, mantenerse a distancia. Muchos consideran que todo esto dura demasiado y es preocupante, pesado, pero tienen el reflejo de confiar en el Estado y en quienes lo dirigen. Es una reacción tranquilizadora y pragmática, y profundamente arraigada en la cultura política rusa (ya sea que se la quiera llamar resiliencia, lealtad, pasividad, sumisión…).
Simplemente tenemos problemas para obtener cifras precisas y comprender toda la gama de opiniones. Las encuestas dan algunas indicaciones, pero sería un error confiar en ellas ciegamente. Y pueden dar resultados contradictorios. Mucha gente dice, por ejemplo, que quiere una solución negociada y, sin embargo, confía en Vladimir Putin, quien, por su parte, sólo prevé un resultado: la capitulación de Ucrania.
La represión hace entonces imposible expresar sentimientos contra la guerra. En dos años, fueron arrestadas 20.000 personas por su oposición a la guerra. No todo el mundo va a prisión, pero las penas son cada vez más duras. Nos dan ocho, nueve años de prisión por comentarios en las redes sociales…
Si fuera necesario determinar una evolución o tendencias en los últimos meses, tengo la impresión de que la sociedad ha evolucionado más en la dirección de la cohesión acumulada detrás del poder. Rara vez escucho a la gente repetir espontáneamente los mensajes de propaganda más escandalosos sobre los “nazis” ucranianos y otras cosas por el estilo. Por otro lado, la idea de que el enfrentamiento se está produciendo con Occidente y que Rusia se defiende, como siempre lo ha hecho, ha acabado arraigando en la mente de la gente.
El hecho de que la guerra se sienta cada vez más en la propia Rusia, ya sea mediante bombardeos (cuya magnitud no tiene nada que ver con lo que ocurre en Ucrania) o con la devolución de cadáveres, ha movilizado bastante a quienes hablaban de descontento. Una encuesta muy reciente del muy serio Centro Levada pregunta a la gente cuál es el primer sentimiento que define su estado. La palabra “orgullo” sale a la cabeza, con un nivel de respuestas.